COMPLICIDAD PERFORMATIVA
El primer problema
de la complicidad performativa es su propia la tautología. No hay acción sin
complicidad, ni complicidad enajenada de alguna actuación. El segundo problema está
en las implicaciones rituales de la experiencia: el carácter transgresivo y liberador
del acto. Porque si no hay transgresión no hay acción y menos liberación.
Ejemplo: aplaudimos a un actor porque ha cometido un sacrificio gastando su
energía y su tiempo en una acción que fue entrega impecable, superación del ego,
y que no volverá a suceder nunca más. El tercer problema es que la transgresión
personal del celebrante, el sacrificio de la víctima propiciatoria y el último
acorde del instrumentista tienen el mismo carácter: están hechos para nada, por
nada, hacia nada, en tanto no hay otro provecho que producir la totalidad del
acto. Y al otro lado, el espectador, el testigo, el cómplice solo tienen una
opción para que esa totalidad perviva: el receptor tiene que ser agente poético
y fuente inagotable de sentido, significados y vitalidades, o no habría acto ni
liberación. Por tanto, en la perfección ritual del acto, además de la totalidad
del sentido, sus consecuencias, se cumple todo en el todo. Y solo el cómplice
lo encuentra.